lunes, 24 de noviembre de 2014

De la vergüenza al despertar


Cuando uno se ha sentido una vergüenza, un estorbo, o inadecuado toda su vida, cuando se hace mayor, no es que sienta vergüenza por ser mayor, sino que se ve a sí mismo viejo porque se sigue sintiendo un estorbo.

Hay una cosa peor que estar viejo o incapacitado: el sentirse una vergüenza o un estorbo.

Éste es uno de los motivos por el que algunas personas pasan periodos de soledad.

Y es que al sentirse así, uno atrae un tipo especial de relaciónes a lo largo de la vida de las que, tarde o temprano, tiene que desprenderse.

La vida humana no es que no tenga sentido, es más bien que resulta difícil, a veces imposible, saber cuál es.

Después de una adecuada reflexión, junto con una adecuada desintoxicación social, se puede uno sentir bien, pero a continuación se suele presentar, de nuevo, un torrente mental, condicionado, generador de dolor, por lo que es conveniente tratar de seguir manteniéndose en la presencia, seguir creciendo en presencia.

Todos estos sentimientos negativos no llegan a desaparecer completamente sólo por la reflexión, sino por una transmutación a través de la presencia.

Lo esencial es llegar a comprender que lo importante no es lo que se está haciendo, o no haciendo, sino el estado de consciencia que se está viviendo.

Hay que tener en cuenta, sin embargo, que una ayuda, a través de alguna actividad, es necesaria, en ocasiones, para romper la inercia del disco rayado del pensamiento, el cual está siempre empeñado en afianzar un personaje.

El propósito de la vida humana sería el logro del mayor empequeñecimiento o distancia posible de ese personaje, generador de vergüenza, ("yo como objeto"), por medio de la presencia ("yo como experiencia")

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