domingo, 27 de marzo de 2016

Culpable...¿De qué?

 

Venimos a este mundo con un tesoro en nuestro interior; todas nuestras capacidades y potencialidades pero, algunas veces, junto con este tesoro hay quien viene a este mundo con un "puñal" clavado en el corazón.

En este caso, la tragedia consistiría en que, en vez de explorar y desarrollar su propio tesoro, el individuo gastaría su vida tratando de amortiguar, como sea, su "insoportable" dolor.

Un corazón dolorido sólo puede amar si uno deja que su dolor se manifieste y fluya, y deja el caminante de sentirse culpable.

Tal vez, al final, no se sienta culpable por la razón que cree.

Daydream believer - Monkees
https://www.youtube.com/watch?v=nU615FaODCg



domingo, 20 de marzo de 2016

El "Yo como experiencia" es la consciencia


La consciencia es la capacidad de captar estimulos y conocer, y esto lo hace a través de innumerables receptores sensoriales, propioceptivos y sensitivos en el ser humano y una diversidad infinita de receptores diferentes en todo el resto de seres vivos.

El ser humano tiene el gran privilegio de poder unir su sentido del yo a la consciencia misma, este sería un yo completamente abierto al exterior, y es a lo que llamamos "yo como experiencia".

Este proceso de identificación con la consciencia lo puede realizar el ser humano después de haberse identificado con una imagen ilusoria, finita y carente, el ego ("yo como objeto"), defensa que construye el individuo desde la infancia como medio de adaptación social y por miedo a la crítica y al rechazo.

La luz de la consciencia no se ve disminuida lo más mínimo por muchos receptores que perdamos, ni por cualquier nivel de incapacidad que tengamos, ni por la pérdida de ninguna persona o posesión a la que hayamos estado apegados; y está también presente, aunque no la veamos, incluso en el pánico y hasta en la más profunda de las depresiones.

domingo, 13 de marzo de 2016

Psicoanálisis y Espiritualidad


El despertar consiste en dirigir la atención hacia el gran yo ("yo como experiencia") y utilizar el pequeño yo para lo estrictamente necesario.

El pequeño yo ("yo como objeto") es manipulable y lo utilizamos como estímulo.

Es necesario querer despertar y estar dispuesto a renunciar al estímulo del pequeño yo.

El estímulo del "pequeño yo", como toda droga, acaba produciendo sufrimiento y ésa es una buena razón para querer despertar, aunque también es necesario tener la experiencia consciente del poder que trae consigo la identificación con el "yo como experiencia" y para eso es necesario practicar la presencia tanto como a uno le sea posible.

Con esta práctica se gana, entre otras cosas, en mentalización, es decir, en la capacidad de interpretar el comportamiento propio o el de otros a través de la atribución de estados mentales. El concepto de mentalización ha sido creado por el psicoanalista Peter Fonagy.

La comprensión del estado mental propio, o del otro, no puede ser entendido, en profundidad, desde una perspectiva analítica sino desde la inteligencia intuitiva que se halla y surge en la presencia.

Sin embargo para llegar a dicha fase, fase que podemos denominar de sabiduría, hace falta reflexión previa, por ejemplo sobre la ingenuidad, suspicacia, proyección, egocentrismo etc.

Para la meditación el lenguaje sobra, pero para la reflexión es imprescindible y cuanto más rico sea éste, mejor.

La mentalización es un concepto útil para la reflexión antes de practicar la presencia, la cual es la herramienta más potente para despertar y la identificación con el verdadero yo, el gran yo, el "yo como experiencia".

La técnica psicoanalítica de Peter Fonagy, llamada mentalización, sería como ponerle unas gafas a alguien que ve borroso.

Este "ver borroso" no es bueno para la autoestima del paciente por los fracasos sociales que provoca.

Estas gafas harían que el paciente vea mejor y tenga más éxito en sus relaciones interpersonales, lo cual es básico para la satisfacción con la vida.

Este es el fin de toda psicoterapia, facilitar a alguien que mejore su autoestima para ser más feliz a través de poder disfrutar de una mejor relación con el mundo exterior.

El fin de la espiritualidad es la disolución del ego (auto-imagen, auto-concepto, "pequeño yo" o "yo como objeto"), a través de la identificación con la consciencia.

La identificación con la consciencia se consigue dirigiendo, cada vez más, el foco de atención al yo-consciencia ("yo como experiencia").

Este proceso de des-identificación con el ego lleva finalmente a la liberación, la cual es la fuente de la felicidad interior, es decir, una paz que no depende de si el exterior le hace a uno feliz o no
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