lunes, 24 de marzo de 2014

Miedo

Tenemos que admitirlo.

Vivimos una vida salpicada todo el tiempo por continuos miedos.

Vivir con miedo es una miseria. Mayor aún que la de aquellas personas que tienen que urgar entre las basuras para encontrar un poco de comida.

El miedo que podemos sentir conscientemente no es más que la punta del iceberg. El miedo accesible a nuestra consciencia, el que podriamos sentir ahora mismo, tal vez no sea más que una pequeña parte de todo el miedo aterrador que se halla en las capas más profundas de lo inconsciente.

Otras especies de animales pueden temer a la muerte cuando se ven perseguidos por sus depredadores; les guia el instinto de superviviencia.

Es raro que nosotros sintamos ese tipo de miedo en nuestras vidas hoy en dia. Lo que tememos son las heridas a nuestra autoestima y al rechazo de los demás significativos.

Terror de hacerlo mal, de que podamos fallar o de que no seamos capaces de cumplir. Temor al reproche de los seres queridos y no tan queridos. Pánico a que nos señalen por una falta, a la condena de nuestros enemigos y sobre todo...¡ de no tener razón !

Pero...¿quién está tan amenazado?

El concepto de nosotros mismos, nuestra autoimagen, la idea que tenemos de quienes somos.

Pero...¿quienes somos?

Creemos que somos la idea de nuestro cuerpo, nuestro nombre, nuestra historia y nuestra identidad, el "Yo como objeto", pero en lo más profundo somos, sobre todo, un "Yo como agente", insondable y un "Yo como consciencia plena", un espíritu que aspira al amor, poder y libertad infinitos.

Todos somos el mismo soplo que aspira al todo; todos estamos conectados y formamos una unidad mayor; unidad a la que podemos llamarle "Nosotros como espíritu", el mar donde se disuelven todos los incontables "Yo como consciencia plena", los cuales vendrian a ser como olas o efímeros remolinos de espuma.

Pues bien señores ¡ será esa unidad que nos abarca a todos quien tendrá que ser juzgada; salvada o condenada !

domingo, 23 de marzo de 2014

El estado autógeno


En la época en la que estaba formándome en mi especialidad, asistí a un curso completo de "entrenamiento autógeno", dirigido por el Dr. José Luis González de Rivera (Como autor, hoy en día: Luis de Rivera) en el servicio en el que yo trabajaba.

Eran unos ejercicios muy concretos de relajación a través de las sensaciones de peso y calor en las extremidades, junto con otros ejercicios más, los cuales se suponía que te debían de llevar a un estado mental al que se le denominaba "estado autógeno". Se trataba de la técnica de relajación de Schultz.

Yo llegué a ese estado al que se pretendía llegar, y me di cuenta de que, de forma natural, llegaba a él en determinadas circunstancias en las que me quedaba como anclado completamente en las sensaciones del presente, con la vista relajada y vagamente dirigida al infinito, con una atención que podríamos llamar flotante y solía producirse bajo el influjo de algunos estímulos como una puesta de sol, reflejos etc.

¿No notan que les afecta de alguna manera especial la percepción de la imagen de arriba?

Tal vez noten que entran en el estado del que les hablo, el estado autógeno, porque sin pretenderlo se hacen conscientes de su respiración, la cual se hace más profunda, y se quedan como suspendidos por las sensaciones que les vienen aquí y ahora.

Se quedan como anclados en lo que sienten; su cuerpo, su tono emocional, y los estímulos que captan sus órganos sensoriales.

No se trataría de ningún trance hipnótico, ya que en este último se produce un estrechamiento de la conciencia; mientras que en este estado del que estamos hablando lo que se produce es en realidad una ampliación de la consciencia a todos los estímulos del momento presente.

Podríamos decir que es un instante en el que se vive intensamente el "yo como experiencia". El estado autógeno sería, pues, su realización; la realización del "yo como experiencia"

Tal vez Mozart se hallaba en un estado similar, cuando compuso un réquiem por encargo de un extraño personaje, durante su misteriosa enfermedad, poco antes de morir, réquiem que consideró el adecuado para su propio funeral; que disfruten de su Lacrimosa.
https://www.youtube.com/watch?v=k1-TrAvp_xs

martes, 18 de marzo de 2014

Conmoción



¿ Quién no sabe lo que es una conmoción ? que a uno le engañen y le dejen después en la estacada, por poner un por ejemplo.

Son cosas que sufre nuestro "yo como objeto".

El "yo como objeto" se cree alguien, y alguien muy importante.

Pero ya explicamos que podemos considerar otros dos yo-es, el "yo como agente" y el "yo como experiencia".

La mayor parte del tiempo estamos centrados en el "yo como objeto". Y el "yo como objeto" es muy poca cosa. No obstante nos centramos en él, lo hinchamos y creemos que es grandioso y trascendente.

Si alguien nos decepciona, nos traiciona, nos engaña o hiere simplemente, ¡oh!, como sufre nuestro "yo como objeto"; cómo es posible, pensamos, que se le haga una cosa así a "Alguien" como nosotros.

El "yo como agente" está ya harto de las tonterías del "yo como objeto"; a este último a veces también se le denomina ego.

En definitiva, nos creemos muy importantes y esto lo tiene que sufrir nuestro "yo como agente", el cual no aspira a nada menos que a su actualización con el desarrollo de sus potencialidades, de las cuales la más importante es el amor.

Si le hiciéramos más caso a nuestro espíritu seguiríamos sus consejos y nos dejaríamos llevar por nuestro "yo como experiencia" o sea, la vivencia del presente. Dejaríamos de lado esas terribles heridas narcisistas del "yo como objeto", el cual, como digo, no es más que un incordio a esa parte más profunda, insondable y verdadera de nosotros mismos, a la cual hemos dado en llamar "yo como agente".

Hagamos un ejercicio de relajación profunda, desprendámonos por unos momentos de nuestro "yo como objeto", vivamos el presente de forma intensa, o sea, démosle vida al "yo como experiencia" y dejemos fluir todas esas pequeñas aflicciones de nuestro ego.

Así que pongámonos en contacto con lo realmente importante, lo cual NO es precisamente nuestro "yo como objeto", o sea, el ego o narciso que llevamos dentro y que sufre tanto por heridas que ni se ven si las miramos desde lo más alto.

domingo, 16 de marzo de 2014

Consciencia sin autoimagen


Lo que nos preguntamos ahora es, si podemos encontrar casos en los que puede haber un "yo como experiencia", pura consciencia, sin ser acompañado por una autoimagen, o sea, por un "yo como objeto".

Para empezar, nos resulta muy dificil imaginar que en el reino animal, no humano, no exista algun tipo de consciencia, algún tipo de yo, capaz de experimentar de alguna forma su presente.

Sin embargo sólo los seres humanos necesitamos representarnos mentalmente a nosotros mismos, a través de una autoimagen y autoconcepto; utilizando esta capacidad para el enriquecimiento de nuestra vida social a través de un lenguaje articulado, cosa que parece no ocurrir, que se sepa, en ningun otro ser viviente del planeta.

Queda claro, pues, que hay en este mundo consciencia, "yo como experiencia" carente de un "yo como objeto"o autoimagen.

Es justo lo que ocurre en el resto de los seres vivos, dejando a un lado nuestra especie.

Pero... ¿podemos encontrarnos también entre nosotros, los seres humanos, consciencia sin autoimagen? es decir ¿podemos encontrar disociados, como entidades distintas el "yo como experiencia" y el "yo como objeto"?

Bueno, podemos indicar dos casos interesantes en los que esto realmente se llega a producir.

En el síndrome de Cotard y en las experiencias místicas.

El síndrome de Cotard es un trastorno psiquiatrico raro, en el que el individuo niega su propia existencia; incluso puede llegar a dejar de emplear el término "yo". Puede decir de sí mismo que es algo que no tiene ninguna utilidad y que lo pueden tirar a la basura. El no existe para sí. Lo que contempla es algo muerto sin ningún sentido.

En este caso parecen presentarse, a su vez, separados un tipo de consciencia, al que como en el caso del resto de las especies podriamos llamar "Yo como experiencia" y, por otra parte, un "Yo como objeto", o sea, una autoimagen y autoconcepto, que en este caso parecen desaparecer.

En cuanto a las experiencias místicas, a través de técnicas como la meditación, en estado de profunda relajación, el individuo puede llegar a perder la noción de subjetividad e incluso de la propia corporalidad.

Algunos místicos, llegan a prescindir del término "yo", o sea, del pronombre en primera persona; pareciera que se desprenden de su "yo como objeto". Esto es lo que se puede llegar a alcanzar con la práctica de la meditación, o experimentando, de forma espontánea,  estados especiales de consciencia.

viernes, 14 de marzo de 2014

El dolor es la sangre del ego, pero ésta puede alimentar a un ego mayor...


                                         ¡la víctima!

sábado, 1 de marzo de 2014

"Yo como objeto" múltiple


Veremos que el "yo como objeto" puede presentar en una misma persona varios modelos de identidad parciales que son beneficiosos para cada situación.

Dichos modelos cumplen diferentes funciones.

No somos la misma persona cuando vamos a un funeral que cuando estamos con los amigos por la noche. Nuestro comportamiento y lenguaje también es distinto si estamos con nuestros hijos o con nuestros padres.

Tener varios modelos de "yo como objeto" puede ser saludable, adaptativo, y por lo tanto ventajoso, siempre que no se produzca un descontrol como el que se produce en los trastornos disociativos, de los cuales el caso más extremo es el trastorno por personalidad múltiple.

Un estado disociativo es un alejamiento de la realidad, un estado alterado de consciencia y cada alteración, mayor o menor, vendría a suponer un "yo" diferente. La disociación estaría representada también por fenómenos comunes como la ensoñación diurna.

En cualquier caso el "yo como agente" es siempre inconsciente, pero congruente con la naturaleza, es decir, está en sintonía con la realidad del presente y saldrá perjudicado con los errores, excesos o conductas inadecuadas que pudiera presentar cada "yo", más o menos disociado.

Por último, me gustaría recordar el aspecto más problemático del "yo como objeto"; se trataría de esa identificación inconsciente con un "yo" degradado que guardaría relación con una experiencia primordial en la infancia en la que el niño se siente por primera vez aislado, desvalido e inerme ante un mundo potencialmente hostil, todo ello acompañado de una vivencia de temor difusa y falta de plenitud.

Ésta sería una emoción básica dolorosa, la cual, al no poder ser sentida completamente en su momento, queda guardada en el inconsciente, formando un "yo como objeto" negativo, lo que genera una necesidad de nuevas identificaciones con objetos, ideas o personas capaces de compensar ese  "yo como objeto" degradado que se aloja, normalmente, fuera de la consciencia.

Si existen problemas de autoestima, o no, dependerá del resultado de esa dinámica "yo como objeto" degradado - "yo como objeto" idealizado, así como de factores constitucionales y del tipo de experiencias que tenga el individuo a lo largo de la vida.

En resumen, debemos de considerar los diferentes roles sociales que desempeñamos como diferentes "yo como objeto" o egos que disponemos para una buena adaptación, así como aquellos estados disociativos desadaptativos que pudieran existir en un determinado momento, los cuales escaparían al propio control; y finalmente, ese ego o identificación inconsciente que formaría el "yo como objeto" degradado de cada cual, el cual sería el anverso de un "yo como objeto" idealizado compensatorio.



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