miércoles, 8 de octubre de 2014

Cuando el maestro ya no es necesario


El funcionamiento del Self  (Yo como agente, Yo como experiencia y Ego) suele variar con respecto a la edad.

En la primera parte de la vida necesitamos maestros que nos enseñen a reflexionar y experiencias que nos faciliten la consecución de una razonable confianza en nosotros mismos. Ésta es la mejor manera de alimentar una autoestima cuando ésta es más bien negativa, o de afianzarla cuando ésta resulta ser más bien positiva.

"La autoestima es un silencioso respeto por uno mismo" (Dr. Elkins)

En la última parte de la vida es especialmente importante aprender a practicar el yo como presencia, o lo que es lo mismo, el "yo como experiencia", dejando que éste vaya surfeando por todo el proceso de envejecimiento, es decir, a través del camino hacia la extinción del "yo como objeto" o ego.

Esto es prepararse gozosamente para la muerte; esto es el despertar del sueño del mundo y de  la propia historia. Uno deja de necesitar un maestro cuando empieza a buscar dentro de si, más allá de los fenómenos que se presentan ante la consciencia.

La cuestión es que, para empezar a buscar dentro de sí, uno debe de empezar a esforzarse por estar presente y esto es una experiencia anodina en un primer momento. Esto último hace que sea verdaderamente difícil darse cuenta de la importancia del procedimiento.

En realidad la persona se encuentra, en un momento determinado, dentro de un estado de cierta intensidad de ausencia o presencia, dependiendo del grado de regresión o progresión. Lo primero es valorar el estado en que se encuentra uno y después tratar de dar un pasito hacia una menor ausencia o una mayor presencia.

El maestro ya no es necesario desde el momento en que uno ha comprendido y asimilado profundamente que la presencia es la via regia hacia la liberación personal, hacia la madurez, hacia la autorrealización, y está dispuesto, por lo tanto, a practicarla hasta la muerte.



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