domingo, 23 de marzo de 2014

El estado autógeno


En la época en la que estaba formándome en mi especialidad, asistí a un curso completo de "entrenamiento autógeno", dirigido por el Dr. José Luis González de Rivera (Como autor, hoy en día: Luis de Rivera) en el servicio en el que yo trabajaba.

Eran unos ejercicios muy concretos de relajación a través de las sensaciones de peso y calor en las extremidades, junto con otros ejercicios más, los cuales se suponía que te debían de llevar a un estado mental al que se le denominaba "estado autógeno". Se trataba de la técnica de relajación de Schultz.

Yo llegué a ese estado al que se pretendía llegar, y me di cuenta de que, de forma natural, llegaba a él en determinadas circunstancias en las que me quedaba como anclado completamente en las sensaciones del presente, con la vista relajada y vagamente dirigida al infinito, con una atención que podríamos llamar flotante y solía producirse bajo el influjo de algunos estímulos como una puesta de sol, reflejos etc.

¿No notan que les afecta de alguna manera especial la percepción de la imagen de arriba?

Tal vez noten que entran en el estado del que les hablo, el estado autógeno, porque sin pretenderlo se hacen conscientes de su respiración, la cual se hace más profunda, y se quedan como suspendidos por las sensaciones que les vienen aquí y ahora.

Se quedan como anclados en lo que sienten; su cuerpo, su tono emocional, y los estímulos que captan sus órganos sensoriales.

No se trataría de ningún trance hipnótico, ya que en este último se produce un estrechamiento de la conciencia; mientras que en este estado del que estamos hablando lo que se produce es en realidad una ampliación de la consciencia a todos los estímulos del momento presente.

Podríamos decir que es un instante en el que se vive intensamente el "yo como experiencia". El estado autógeno sería, pues, su realización; la realización del "yo como experiencia"

Tal vez Mozart se hallaba en un estado similar, cuando compuso un réquiem por encargo de un extraño personaje, durante su misteriosa enfermedad, poco antes de morir, réquiem que consideró el adecuado para su propio funeral; que disfruten de su Lacrimosa.
https://www.youtube.com/watch?v=k1-TrAvp_xs

4 comentarios:

Esther dijo...

Hola Carlos Ignacio:

Al relajarme como dices, sí parece que se entra mas fácilmente en la Consciencia Plena.
Y al mirar la puesta de sol, me entra el sueño.
Lo tendré en cuenta todas las noches.

Un abrazo.

Rafael San Andres dijo...

Me alegra que te haya resutado de alguna utilidad, Esther

Besos

Marisa dijo...

Siempre me fascinó el Requiem de Mozart. Por alguna extraña razón, lejos de entristecerme, me eleva. Siento como si me expandiera y flotara por todas partes y una inconmensurable sensación de gozo y poder. Gracias por esta Lacrimosa. También me sucede con el viento, cuando sopla con fuerza y hace calor, cuando miro las estrellas y con sucesos más terráqueos como observar a mis hijos ya grandes y sentir que son seres hermosos.
¿Es esto el estado autógeno? Al menos son estados de felicidad aunque no soy consciente de mi respiración ni de mi cuerpo porque estoy absorta en la plácida sensación.
Un abrazo
Marisa


Rafael San Andres dijo...

Me alegro que la Lacrimosa se Mozart haya sido de tu gusto, Marisa.

Verás, decir el estado autógeno no es más que una palabra más, de otras muchas, para indicar una experiencia, una vivencia, la cual podríamos decir que está más allá de la mente, del ego, es decir, de las auto-imágenes e historias personales que nos creamos y otros pensamientos que nos generan infelicidad de mil maneras.

Cuando nos instalamos, aunque sea unos instantes en esa no-mente, solo podemos sentir la alegría de vivir, el gozo de la existencia, una libertad sin límites. A todo eso se puede llegar de una forma natural, como parece ser que tu llegas en diferentes situaciones.

Los ejercicios que se suelen utilizar, a través de distintos métodos, como el entrenamiento autógeno, por ejemplo, consisten en llevarte de forma paulatina y ordenada a la experiencia de uno mismo como consciencia abierta a todos los estímulos, "externos" e "internos", una identificación con el continente de todos ellos, algo a lo que se suele denominar el ser.

Y la herramienta esencial es comenzar por percibir lo que está pasando aquí y ahora, guste o no, lo cual es la puerta hacia esa dimensión en la que habita lo que somos en lo más profundo, una consciencia no condicionada, desapegada de cualquier "objeto"

Este es un proceso de maduración que requiere seriedad, perseverancia y capacidad para sufrir los efectos dolorosos de las sombras del pasado. Por eso, en ocasiones, se requiere un buen especialista para no perderse por el camino.

Un abrazo

Rafael

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