miércoles, 29 de junio de 2016

De la vida ordinaria a la trascendencia


La vida ordinaria para un hombre común es una realidad absoluta, les atribuye un valor positivo a los bienes terrenales, y considera que su estilo de vida posee un fin en sí mismo. Se ocupará simplemente de apagar sus propios deseos personales, procurarse los más variados placeres para sus sentidos, llegar a ser rico o satisfacer sus propias ambiciones (Roberto Assagioli)

Mantener esta actitud ante la vida sería más fácil para personas de gran vitalidad y capacidad. Tal vez, más que la capacidad, lo que sería determinante es una elevada autoestima, y el disponer de muchas oportunidades.

Tampoco se podrán desprender, con facilidad, de esta actitud ante la vida las personas extremadamente frágiles, egocéntricas y dependientes. Necesitan una autoimagen idealizada, un tipo especial de mente-relaciones, para aplacar o defenderse de una autoimagen inconsciente teñida de miedo, vergüenza y culpa.

Personas atadas a su dolor también lo tienen difícil. Demasiada identificación con una memoria doliente, demasiada consciencia secuestrada. Cuando el dolor se enquista en una identidad de víctima y odio tampoco es fácil liberarse de un estilo de vida superficial.

Aún en estas condiciones, estas personas podrían afrontar una crisis existencial y modificar profundamente su estilo de vida si llegan a ser capaces de tener una comprensión de la transcendencia, de su identidad más profunda, del espacio que se halla más allá de su ego, es decir, la no-mente, o expresado metafóricamente, si llegan a tener una buena visión de la diana.

De esta forma, estas personas serían capaces de ir modificando la visión de sí mismos y del mundo de manera radical.

Al percibir la diana con claridad, el arco se va tensando desde el inconsciente.

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