jueves, 10 de julio de 2014

Resistencia a la madurez y al progreso espiritual



Nos encontramos con una gran resistencia a renunciar a las muletas que nos ha proporcionado siempre el ego y tenemos miedo a caernos sin ellas y no saber cómo solucionar los problemas.

Así que no sólo es cuestión de creer en la presencia, sino de dejar de creer en los condicionamientos de la mente que han estado funcionando desde la infancia.

La identificación con la mente da lugar a dudas, o falta de fe, en los efectos positivos de la presencia y al miedo de que si olvidamos los viejos condicionamientos nos irá peor.

Necesitamos tener confianza en las grandes potencialidades de vivir en una total presencia y sentir quienes somos de verdad.

Sin embargo, aún habiendo ganado la confianza suficiente, la vida siempre nos presenta desafios que ponen a aquella a prueba y, en todo caso, cualquier avance en el proceso de crecimiento en presencia o de madurez, como decia Karen Horney, suele seguirse de repercusiones o retrocesos en los que se reacciona con autodesdén, autoodio, confusión y desesperación, productos de un ego, o yo ideal, que lucha por sobrevivir.

Las repercusiones o retrocesos son el resultado del conflicto interior humano más profundo. Es un conflicto entre las dos tendencias centrales opuestas, conflicto similar al de las bridas de un caballo que tiran en sentido contrario; la identificación con los diferentes aspectos del ego o "yo como objeto" tira en dirección opuesta a una identificación con lo único real, el yo verdadero, el "yo como experiencia"

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