
Qué extraña paz nos inunda cuando, tras un examen de conciencia, nos damos cuenta de que, al fin y al cabo, somos nosotros mismos quienes nos equivocamos.
Que el dolor y sus derivados, como la rabia por ejemplo, procedieron de nuestros propios errores.
Es una paz preludio del aprendizaje; aprendizaje, preludio del cambio para seguir hacia adelante.
El "yo" no es algo estático, es un proceso. Cada dia que pasa es un dia nuevo y el "yo", cuando amanece, es un poco otro "yo".
Lo mismo le pasa a los grupos, sociedades y naciones. Nada es estático. Si hay una ley consistente en el Universo es la ley del cambio constante.
Pero, ay amigos, el cambio siempre es un desafio. Un desafio a un estilo de vida en el que nos refugiamos pretendiendo o creyendo que todo podrá seguir siempre igual.
El cambio amenaza nuestros vínculos, nuestra sensación de control e identidad. Cosas que tienen que ver con la propia supervivencia.
Llega un momento en que ese estilo de vida en el que nos refugiamos ya no nos proporciona la seguridad de antaño y, de una u otra forma, lo debemos modificar.
Para iniciar el cambio, la desesperación ayuda.