jueves, 12 de agosto de 2010

El deseo más profundo


En el núcleo más profundo de nuestra personalidad hay un deseo, cristalizado en nuestra más tierna infancia. Este deseo consiste en el deseo de ser el Otro.

A ese Otro se le ha denominado de muchas formas, pero en todo caso ese Otro es el espejo en el que nos miramos un día, cuando descubrimos que fuera de nosotros hay un mundo a parte, y ese mundo está regido por algo que está fuera de nosotros.

Nos percibimos como algo que no es el centro precisamente, y deseamos ser el centro de todo.

Y me preguntarán, a qué viene todo esto.

Pues verán ustedes, es un intento de explicación del origen de todos los "pecados" capitales y de la locura humana que a tantos sufrimientos nos ha llevado en nuestra historia desde que el ser humano lo es. Desde que abandonó esa existencia inconsciente en la que daba igual si era el centro o no, porque ni se lo planteaba.

Gautama, el buda, lo intuyó cuando predicó que el nirvana se podría alcanzar con la renuncia del deseo, y por supuesto, habría que erradicar el deseo más profundo ¿seria esto posible?

2 comentarios:

Córdoba Uyulala dijo...

Es posible, pero hay otra vía, la contraria. También se puede uno entregar a ese deseo, a todos los deseos, y seguirlos hasta donde te llevan, y así completar el sentido de la máxima locura que es la Vida. Besos, Carlos.

Susana Terrados dijo...

Creo que tener deseos no es malo, es como dice Córdoba, la vida misma. Reprimir los deseos para alcanzar el qué...¿la perfección? No existe, pero los buenos deseos si y hay que disfrutarlos.
Saludos.

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