jueves, 22 de julio de 2010

La niña que no era feliz


Alicia era una niña de 10 años que no tenia padres. Le cuidaba su abuela en una casa en las afueras de la ciudad.

Se sentia muy sola. No tenia amigos. Y no es que ella no lo intentara, al revés, siempre buscaba alguna oportunidad para incorporarse a alguna cuadrillita de su barrio.

Una vez lo intentó con un grupo de niños que jugaban en unos soportales, pero se rieron de ella, les parecia feucha, y además vestia como una pobre niña, triste y algo desgarbada.

En otra ocasión se acercó a otros niños que jugaban en el parque, pero éstos le miraron con desconfianza, no le conocian y ni conocian a su abuela. Eran niños de cierto nivel y no querian relacionarse con niños pobres.

Y esto le ocurria siempre que lo intentaba, por una razón o por otra la rechazaban.

Un dia se decidió a ir a hablar con Don Claudio, el párroco del barrio. Queria preguntarle qué podria hacer ella para encontrar a alguien con quien jugar.

El párroco le dijo que habia un sitio en el que se reunian otros niños que también habian sido rechazados. Iban todos con la misma ropa y con un antifaz. Asi todos eran iguales y no habria ningún motivo para sentirse diferente.

Inmediatamente se dispuso a seguir las indicaciones requeridas y se dirigió a ese lugar que Don Claudio le habia indicado.

Se incorporó a la cuadrilla de los marginados, vestida con sus mismas ropas y con su antifaz.

Un anochecer, se encontraban todos los niños enmascarados al rededor del fuego, era la noche de San Juan.

Alicia le preguntó a uno de los niños si era feliz, y le sorprendió escuchar que no lo era. Fue preguntando a otros, y ninguno de ellos era feliz.

Simplemente estaban al rededor de la hoguera.

En ese momento, Alicia se quitó la máscara. Todos los demás niños le miraron sorprendidos, y se empezaron a reir con una mezcla de miedo y nerviosismo.

Uno de los niños se decidió a hacer lo mismo. Y asi fueron sumándose uno tras otro, hasta que todos ellos se quedaron sin máscara.

Se miraban los unos a los otros con emoción, ¡cómo les palpitaba el corazón!

Las risas se oyeron por todo el barrio, y una dulce mezcla de respeto y cariño mutuo les unió a aquellos niños, convirtiendolos, en ese mismo instante, en la cuadrilla más feliz del pueblo.

2 comentarios:

Tintero creativo dijo...

se acabo la marginación dese el mismo momento en que se quito la máscara y los demás le siguieron, un abrazo

El Gaucho Santillán dijo...

Solo podès mostrarte como sos, delante de tus iguales.

Lo demàs, es suicidarse en manos de miserables.

bien escrito.

Un abrazo.

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