martes, 13 de abril de 2010

Un sueño



Hoy me he despertado con un sueño.

He soñado en que un día todos los seres humanos nos daremos cuenta de que aquí nadie tiene la culpa de nada. De que estamos todos tan determinados, que la idea de elegir es ilusoria.

Nos viene impuesto el ambiente en el que nacemos, la familia que tenemos, un sistema nervioso (su hardware), que es el que es, y con él nos morimos. Y hasta nuestra historia está escrita, dados unos condicionantes inimaginables, que nos van dejando engramas que influyen contundentemente en nuestras decisiones, por muy personales que creamos que éstas fueran.

Nos damos cuenta de que el libre albedrío no existe. Que es solo una ilusión de nuestro cerebro.

Nos hacemos conscientes de que estamos todos condenados al dolor, inermes ante él. De que solo podemos oponerle ilusiones efímeras, las cuales no hacen más que complicar aún más el dolor básico con el que nos ha tocado vivir.

Bueno, pues en mi sueño ocurre algo milagroso.

En vista de todo esto, se erradica la culpabilización del planeta.

Cada uno se hace cargo del dolor que le ha tocado y no tiene necesidad de expulsarlo a través de culpar a los demás, haciendo que estos sufran aún más de lo que les ha tocado a su vez.

Dejamos de echarnos el dolor los unos a los otros como si fuera una patata caliente.

Y he aquí el milagro. Llegado a este punto la Humanidad cambia radicalmente y, lo que antes era un dolor insoportable, se convierte en un motor de perfección. Nace la Compasión y tenemos fuerzas para aliviarnos los unos a los otros.

Lo que antes era orgullo de fortaleza, se comprende que no era más que un medio para que otros carguen con la propia debilidad.

Lo que antes era orgullo de control, se comprende que no era más que un medio para que otros sufran la angustia del propio descontrol.

Ya no se valoran la fuerza y el control sobre los demás. Se ven estos valores como profundamente equivocados y negativos, no solo para los demás, sino para los que hasta ahora se han valido de estas artimañas, para no hacerse cargo de sus propias miserias.

El valor de la compasión y la ayuda al prójimo se hacen preponderantes y comienza de nuevo la Historia...

No me digan que no es un sueño hermoso...

10 comentarios:

Olaf dijo...

Vaya sueño, me da la impresión entonces que el dolor viene de ninguna parte. Pero vamos, es sólo un sueño =)

Rafael San Andres dijo...

Jajaja, Olaf, creo que tú y yo tenemos por delante mucho debate.

El dolor nos viene sin que nadie nos haga nada.

Tenemos que cargar continuamente con el estres del cambio constante, perdidas inevitables de seres queridos, enfermedades que nos trastocan la vida, que incluso la ponen en peligro.

Desengaños, limitaciones personales que nos humillan, frustraciones provenientes de la codicia y deseo desmedido.

Involución y fracaso pesonal, soledad...

Vulnerabilidad ante lo contingente, como accidentes, catástrofes atmosféricas, desgracias inesperadas...

Para qué seguir

¿ Y encima tenemos que cargar con el dedo acusador de alguien ? ¿ con el abuso ? ¿ con el desprecio social ? ¿ tenemos que sufrir más allá de pagar nuestras deudas por nuestros errores y torpezas ? ¿nos deben odiar además ? ¿ no pagamos lo suficiente nuestras propias deficiencias ? ¿ tenemos que ser el desahogo de la rabia personal de los demás ?

Hay una ley humana terrible " Al que tiene mucho se le da más, y al que tiene poco se le quita lo que tiene"

Ya hablaremos algún dia de esto último...

Estoy seguro que al final del camino nos entenderiamos.

Un cordial saludo

osane dijo...

Sueños de este tipo quisiera yo tener. Que estupendo sería todo, sería un milagro.
Yo también pienso que el libre albedrío no existe, solo la voluntad de luchar por lo que deseamos asumiendo las consecuencias que se deriven.

Tengo un regalito para ti en mi blog, espero que te agrade. Musu bat

FRANCISCO PARDÓ dijo...

Carlos, Amigo, un sueño mágico. La verdad, el tema de la humanidad y sus actos debe llevarse a un debate en donde se enmarcarían la mayor cantidad de opiniones, y ¿porqué? porque efectivamente eso es lo que nos hace seres sin perfección, tal vez el mundo vino a ser en su comienzo una obra a la que sólo le faltaba el marco dorado, pero no había un desenlace anticipado. ¿Dios nos creó con un fin?, o, ¿pertenecemos a los brazos de la ciencia?, creer una u otra cosa. ¿Albedrío falso?....
Amigo, tu si que sabes hacernos pensar. Hermoso. Un gran abrazo

Duna dijo...

El dolor viene de la nada, y para nada.
Yo desearía que este sueño se hiciera realidad.

Besos Carlos.

Adelina dijo...

No debería existir el dolor, pero parece ser que algo que va inherente a nosotros. Imagino que es porque nada existe sin el opuesto.

Lo que nos hace sentirlo es precisamente la diferencia. Si en la vida todo fuera dolor, no lo distinguiríamos, sería para nosotros un estado de vida normal. Lo distinguimos porque hay tiempos felices, y viceversa.

Pero llevas mucha razón en lo que expones. Hay un dolor que nos viene dado por nuestra naturaleza, y por accidentes. Por familia, sistema nervioso...etc. Pero añadido a ese, está el dolor que nos infligimos unos a otros. Ese ya es un dolor gratuito, un dolor que no debería de existir, que se puede evitar. Y...que incluso nos puede hacer más daño que el otro.

Un sueño bonito el tuyo para la humanidad.

Ojalá se vea realizado.

Muchos besos, Carlos.

Rafael San Andres dijo...

Hola, Osane, ahi has aclarado la responsabilidad que estamos dispuestos a asumir los deterministas: "...asumiendo las consecuencias que se deriven".

Gracias por tu regalo, es un honor


Besos

Rafael San Andres dijo...

Siempre un verdadero placer leer tus comentarios, Francisco Pardó.

Me agrada mucho que un joven tan inspirado como tú, y con esa formación, aprecie mis escritos y le aporte reflexión.

Un saludo muy cordial

Rafael San Andres dijo...

Ya tenemos suficentes fuentes de dolor posible, tal y como le he expuesto a Olaf, Duna.

Sí, no estaria mal empezar a ser más comprensivos...

Besos

Rafael San Andres dijo...

Me han encantado las explicaciones y el complemento que has hecho de mi escrito, Sakkarah.

Dos millones de besos sísmicos, huracanados y descontrolados, además de un abrazo tierno y apasionado de los que le dejan a uno inconsciente.

(Creo que se me está moviendo la estanteria...)

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