La mente es como la meteorología, el mal tiempo, el buen tiempo y las tormentas no dejarán de producirse, pero no tenemos por qué perdernos en todos esos cambios meteorológicos. Sabemos donde refugiarnos para sentirnos protegidos, al calor y seguros cuando las cosas se pongan feas, aunque a veces...se ponen demasiado feas.
Es entonces, cuando nos sobrepasan las circunstancias, cuando llega el momento de darse cuenta hasta qué punto nos estamos resistiendo a la situación, o mejor dicho, a las emociones que nos provoca cierta situación, hasta qué punto nos contraemos o disociamos ante ella. A partir de ese darnos cuenta tenemos la oportunidad de aceptar la resistencia, la contracción. Y es en esa aceptación cuando puede salir a flote todo aquello de lo que nos estábamos defendiendo tanto.
Nosotros somos una contemplación, un mirar desde la quietud, un mirar la mente y los nudos que produce.
La meteorología te puede llevar a actuar o a contemplarla y esto último es una experiencia, no un pensamiento.
¿Es útil o ayuda el mantener el concepto de ego o "yo como objeto"? Al fin y al cabo esos conceptos no indican más que fenómenos mentales que van fluyendo en el mar de la consciencia.
El ego es pues un proceso, al igual que el organismo cuerpo-mente, al que tal vez también debamos de dejar de denominar "yo como agente", ya que éste más que un yo, o algo concreto, es un proceso.
El pensamiento "yo" no lleva a la experiencia. El verdadero yo no contiene ningún yo, no tiene lenguaje, existe en el silencio.
Por lo tanto, ya podemos ir tirando por la borda todos estos conceptos de "yo" a partir de este momento porque llegamos a la conclusión de que no hay ningún "yo" ni conclusión verbal y, por lo tanto, tampoco muerte.
Aleluya - Haendel
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