Todos queremos lo mejor para nosotros; lo que cada uno cree que es mejor.
Aprendemos ciertos valores en la infancia; nos identificamos con ellos, y nos vemos compelidos a llegar a ser santos, héroes, sabios, campeones, triunfadores, ricos, amantes perfectos, famosos, admirados, reconocidos, altruistas, generosos, astutos, justos, salvadores, solidarios; en fin, cada uno iría a lo suyo y trataría de llevar su aspiración o autoexigencia a la mayor perfección.
Pero, amigos, todas estas cosas son metas y nos vemos corriendo detrás de ellas toda la vida, muchas veces con la sensación de que no acabamos de dar la talla; si buscamos la perfección jamás podremos darla y nos vemos obligados a alcanzarla para escapar al complejo de inferioridad.
Tener la sensación de que no podemos llegar...nos condena al autodesdén y al autoodio.
Y es que para dar la talla o hacer que nuestra vida discurra conforme a ciertos valores, no basta con desearlo; hay que tener la suficiente capacidad o inteligencia; lo cual queda ya un poco a desmano de la voluntad, deseo o elección.
¡Cuánto sufrimiento proveniente de la incapacidad para llegar a ponernos a la altura de nuestros valores o mejor dicho, autoexigencias o debieras!
Hay un momento en la vida en que hay que elegir; mi "yo ideal" o la felicidad
Al final debemos de admitir que nuestra obligación es sobrevivir en las mejores condiciones posibles.
Y si para ello debemos bajar el listón de hasta donde deberiamos llegar, ser o tener, bienvenido sea.
Pasen, pasen, bienvenidos al club de los imperfectos seres humanos que se permiten, a pesar de todo, sentirse apreciados y respetados (por ellos mismos, que es lo esencial)
Buenas tardes